Mi paso por Ecuador ha sido lo más parecido a una investigación a la antigua usanza. En un principio, buscando en Internet y recorriendo las calles, parecía que no había ni rastro de danza india en ningún lado; pero preguntando y preguntando, al final conseguí dar con las personas que me indicaron dónde encontrar lo que buscaba. Estaba mucho más cerca de lo que creía, pero en un lugar donde no me imaginaba: ¡en los templos!
Mi primera parada en el país fue Loja y allí ya pude apreciar un gran cambio. Venía de Perú, donde es fácil encontrar a ShahRukh en tiendas de DVD y donde la mayoría de la gente conoce las películas de la India (al menos los clásicos) y se sabe las canciones más famosas. Aquí, en cambio, nadie conocía qué era Bollywood. De allí fui a Guayaquil y me ocurrió algo parecido: por más que busqué, no encontré grupos de danza india. Pregunté en las escuelas de danza árabe y no supieron darme ninguna información. Conocí a Gurpreet Singh y su hermano, quienes tienen dos tiendas de ropa y complementos de la India en la ciudad y tampoco conocían a nadie que bailara. Aun así, estuve charlando con ellos y me contaron cosas interesantes sobre la comunidad india en Ecuador y cómo se reúnen todos los años en Quito para celebrar Diwali 🙂
En Cuenca contacté con la escuela de danzas árabes Nafre Kanira, la única en la ciudad que ofrecía clases de «danza hindú». Me recibieron Adriana Cabrera y su hermano, quienes me contaron que habían recibido talleres puntuales de Bharatanatyam pero que todavía no se sienten preparados para enseñar danzas de la India en su centro. Según ellos, se necesita estar muy preparado para enseñar una disciplina nueva, y, de momento, preferían concentrarse en perfeccionar su técnica en danza árabe. Me contaron que en toda la ciudad no había ni una escuela ni un grupo especializado en danzas de la India y que, al no haber profesor@s, era imposible formarse.
Después de pasar unos días en la playa, llegué a Quito a finales de septiembre. Me esperaba Damiana Levy, profesora de una academia de danza árabe con el mismo nombre, que me había pedido un taller privado para ella y otras profesoras de danza árabe de la escuela. Al taller asistieron 9 chicas, entusiasmadas por aprender bollywood y, sobre todo, bhangra. Habían visto muchos vídeos (Bhangra Empire, Manpreet & Naina, etc.), habían hecho un taller de Bharatanatyam y estaban intentado crear algunas coreografías por su cuenta ya que, según me contaron, en Quito tampoco hay profesoras de danza india. Me encantaron sus ganas de aprender y la cantidad de preguntas que me hicieron, cuyas respuestas iban anotando en una pizarra. Al terminar el taller, Damiana me escribió lo que significaba para ella la «danza hindú»: «estas danzas nos reconectan con nuestra esencia y nuestros ancestros femeninos, renaciendo sabiduría y conocimientos que difícilmente con otra actividad descubriríamos».
Al cabo de unos días, conocí a Verónica Sosa. Había contactado con ella a través de Facebook y me había contado que bailaba Bollywood desde hacía casi 3 años. Nos vimos en el centro y me llevó a probar comida típica peruana. Tomando una empanada con morocho, me contó cómo había descubierto la danza india: desde hacía años, Verónica y su marido se dedican a vender productos de Oriente, sobre todo relacionados con disciplinas como en Feng Shui, la astrología, etc. Aparte de su local en Quito, viajan de feria en feria vendiendo sus productos. En una de ellas, el público reclamaba ver danzas orientales. De esta manera, Verónica comenzó a estudiar danza árabe. Sin embargo, a través de sus tiendas, descubrió las películas de la India y se dio cuenta de que esa era la danza que realmente quería aprender. Por casualidad, Vrindarani Devi Davi, una profesora de Bharatanatyam que vivía en Colombia, contactó con ella y le dijo que iba a ir a Ecuador a dar unos talleres. Sin pensarlo, Verónica se apuntó y desde ese momento comenzó su formación en danza india. Al cabo de un tiempo, comenzó a bailar con su hijo y con otras compañeras que provenían de la danza árabe. Ahora, todos los sábados Vrindarani les da clase por Skype y se reúnen para ensayar junto a una alumna de Vrindarani, Gopesvara.
Verónica me invitó a uno de sus ensayos con Gopesvara en Quito y me encantó. Están aprendiendo una coreografía de Bharatanatyam muy compleja, llena de figuras geométricas, diferentes hastas, trabajo de pies… Preciosa. Aprenden según el método indio, con mucha disciplina. Gopesvara me contó que había aprendido Bharatanatyam en el templo Hare Krishna de Quito, conocido como Govindas. Se trata de un espacio donde los devotos conviven, realizan sus plegarias y ofrecen talleres de todo tipo difundiendo los textos sagrados, el vegetarianismo y también la danza como forma de orar a Dios. Al día siguiente, me acerqué allí y hablé con la directora, Krishna Nusandana, quien me contó que la danza es una parte importante dentro del templo. «En nuestra religión, nuestra forma de acercarnos a Dios es a través de la alegría, por eso utilizamos la música y la danza tanto de forma espontánea, en nuestra plegaria diaria; como profesional, en los talleres que ofrecemos».
Después de 9 meses de viaje, me doy cuenta lo diferente que es la situación de la danza india en cada país de Latinoamérica. Acabo de llegar a Colombia, donde me han contado que aquí Bollywood y la danza clásica india está mucho más extendida. ¿Qué aventura me esperará? ¡Os iré contando!