Hace algún tiempo terminé de leer el libro India. sus danzas clásicas, de Myrta Barbié. De todos los capítulos, me llamó mucho la atención la parte dedicada a las Devadasis, las bailarinas de los templos hindúes. No había leído mucho sobre este tema, así que he aprendido un montón de cosas, os resumo algunas:
Los libros sagrados hindúes describen con detalle cómo deben realizarse los rituales según las tradiciones religiosas. Entre las diferentes ofrendas, destacan: luces, flores, agua, frutas, y también la música y la danza. Para cumplir con este propósito, nació en la India el sistema de las devadasis o servidoras de Dios.
Las devadasis eran jóvenes consagradas a la deidad de un templo donde cumplían diferentes obligaciones. La más importante era bailar y cantar en ciertos rituales religiosos, en especial kumbharati, (en el que se mueve en forma circular una lámpara con luz frente a la deidad), en procesiones y en grandes festivales anuales.
Aunque estas bailarinas existen desde tiempos remotos, el sistema de devadasis como institución se creó entre los siglos VII y VIII d. C. para consolidarse en el siglo IX y alcanzar su apogeo en el XI y XII. Se tiene constancia de que las devadadis prestaban servicios en templos de varios estados de la India como Tamil Nadú, Gujarat, Rajasthan, Orissa, Kashmir, etc. En el sur de la India, la institución de las devadasis siguió existiendo hasta mediados del s. XX.
Las devadasis se consagraban a la deidad de un templo y se dividían en categorías, según su devoción, familia, función, etc. Las niñas destinadas a ser devadasis comenzaban su preparación sobre los 6 y 9 años. El día de su llegada al templo debía cumplir con varios rituales: llegar al templo en caballo rodeada de música, depositar a los pies de la deidad una bandeja con ofrendas y el tali (símbolo del matrimonio hindú). Tras la ceremonia, la niña se convertía en esposa de la deidad. A partir de ese momento, comenzaban sus estudios y entrenamiento artísticos que continuarían durante varios años. Aprendían sobre eligión, música, danza y poesía, entre otras materias, por lo que muchas de ellas eran tratadas con honores.
La primera presentación en público en un recital de danzas completo era una ocasión muy importante en la vida de una devadasi. Para ello, se invitaba a eruditos, artistas, nobles y al rey del lugar. La devadasi debutante, acompañada por sus músicos, iluminada por las llamas ondulantes de las lámparas de aceite, ofrecía su danza a los dioses.
En Orissa, las devadasis se conocían con el nombre de Maharis. Estas bailaban por las mañanas en el Nata Mandir o hall de danza de los templos. Por la noche, durante la ceremonia en la que se prepara a la deidad para dormir, interpretaban pasajes del Gita Govinda.
Las danzas de las Devadasis atraían a muchos devotos y daban prestigio a los templos, que recibían más fácilmente el patrocinio de reyes y mecenas. En algunos templos llegó a haber cientos de bailarinas. Las devadasis pagaban impuestos por sus ganancias y a veces, hacían donaciones a los templos. Al estar casadas con Dios, sus relaciones con los hombres variaron mucho dependiendo de la época y el lugar donde se encontraban: en ocasiones se les pedía castidad absoluta y en otras el sacerdote del templo o el Rey podía ocupar el lugar del «esposo».
A principios del siglo XX la situación de las devadasis era crítica. La falta de mecenas, el impacto de la colonización inglesa y el comportamiento «promiscuo» de algunas de ellas hizo que cayeran en desprestigio. En los años 30, se prohibió mediante decreto la danza de las devadasis en los templos aunque en lugares como Orissa hubo hasta 1955.
Tras la independencia de la India en 1947, la danza de las devadasis comenzó un proceso de recuperación y academización, pasando de los templos a las escuelas y teatros.